lunes, 23 de abril de 2012

INTRODUCCIÓN

La vida del ser humano durante el Paleolítico era difícil. Como todos los seres, los primeros hombres tuvieron que enfrentarse a peligros que los acechaban a cada momento, lugar y cambios climáticos que ponían en riesgo su supervivencia como especie.
A lo largo de millones de años, los seres vivos vivieron un proceso de evolución; algunas especies desaparecieron y surgieron otras nuevas, diferentes a las anteriores. Los seres humanos, como parte de los seres vivos, de igual forma evolucionaron, hasta llegar a ser como es en la actualidad.
La evolución, el proceso de cambio a lo largo del tiempo, es el hilo que conecta a la enorme diversidad del mundo vivo. Una inmensa cantidad de evidencias indica que la Tierra ha tenido una larga historia y que todos los organismos vivos -incluido el ser humano- surgieron en el curso de esa historia, a partir de formas anteriores más primitivas. Esto implica que todas las especies descienden de otras especies; en otras palabras, que todos los seres vivos comparten antecesores comunes en el pasado distante. Así, los organismos son lo que son a raíz de su historia. Una serie de evidencias llevaron a Darwin a concebir las ideas que constituyen los pilares de la teoría evolutiva contemporánea.


El concepto de gen propuesto por Mendel -pero desconocido para Darwin- permitió comprender de qué manera las variaciones podían originarse, preservarse y transmitirse de una generación a la siguiente.


Uno de los problemas más relevantes que discuten los biólogos evolutivos en la actualidad es si los procesos microevolutivos pueden dar cuenta de los grandes cambios macroevolutivos que revela el registro fósil. El origen de las especies, uno de los grandes tipos de cambios macro-evolutivos, es, en la actualidad, un tópico central para los biólogos evolutivos.